martes, 18 de mayo de 2010

Pollo al vino blanco

He vuelto al blog después de un par de semanas, pero no es que no me haya estado acordando de esta nueva actividad que tanto me gusta, sino que no encontré el tiempo para sentarme a escribir. Bueno…voy a ser sincera, no es que “no tuve tiempo” sino que lo estuve ocupando con otras cosas. A veces me pasa que me agobio pensando en todo lo que tengo que hacer y al final quedo paralizada mirando la pila de apuntes o la pila de ropa sucia o la pila de mugre y termino huyendo de casa a hacer otra cosa. Una vez leí que pensar en lo que uno tiene que hacer es como tener que hacerlo dos veces. Esto es absolutamente verdad. Sufro más con la idea del tiempo que me toma y el aburrimiento que me va a generar hacer una determinada tarea que con lo que realmente me cuesta hacerla. Esto, me imagino, nos pasa a todos. Y como dijo Boy Olmi (y no sé porqué me acuerdo de algo que dijo Boy Olmi alguna vez) la única manera, la única arma efectiva contra la fiaca es ponerse a hacer lo que uno tiene que hacer. No hay otra. Por más que evadamos las obligaciones con las mejores excusas nunca llega ese momento donde decís: “¡Ay si! ¡Qué emoción, me muero de ganas de resumir 2400 hojas!” o “¡Estaba esperando con ansias el momento de limpiar la casa a fondo!”…Aunque a veces en algún ataque hormonal femenino por ahí me pinta el ama de casa frenética que ama la línea de productos Cif y descarga los nervios fregando. Pero esto, debo decir, no es lo más frecuente. Es más probable que en un ataque hormonal femenino prefiera comer hasta casi llegar al punto de coma diabético mirando alguna comedia romántica que me haga llorar. Así que la única opción que tenemos para vencer la vagancia es sentar el culo en la silla y ponernos a trabajar.
Volviendo a lo que nos interesa realmente, paso a contarles cómo me fue con el pollo al vino blanco. Gracias a Dios existe el señor carnicero que me vende todo ya en partes anatómicas no tan reconocibles, porque si tuviera que “limpiar el pollo, vaciarlo y quemarle la pelusa” como sugiere mi querida Petrona, ya estaríamos en problemas. Al margen de eso esta receta fue muy sencilla de hacer. Afirmo con toda seguridad que combinar manteca derretida con champignones, hierbas aromáticas y vino blanco es siempre un éxito. Ya es la segunda vez que uso vino blanco seco y tengo que decirles que le da a todo un sabor a hecho en casa. Le da sabor a comida de la abuela.
Lo que me gustó de esta receta es que noté que hacer la comida de siempre un poco más especial no cuesta mucho. Una botella de vino dura para varias preparaciones, y si uno siempre tiene alguna conserva de champignones (aunque los prefiero frescos) basta agregarle estos ingredientes para que todo tome un sabor más rico.
Otro golazo de la receta fue el puré. De ahora en más -salvo que no tenga papas- el puré lo hago casero. No lleva nada de tiempo hacerlo y es ampliamente mejor que el sintético. Hagan puré casero: papas hervidas, manteca, leche caliente, sal, pimienta y nuez moscada. Salvo por el hecho de tener que hervir las papas el resto es igual que el puré de bolsita. Lo digo de nuevo: hagan puré casero y volvamos a comer con el verdadero sabor que tienen las cosas. Les dejo una foto del plato ¡Traten de no babear sobre el teclado!

No hay comentarios:

Publicar un comentario